El 80% de las lesiones del LCA se producen por mecanismos indirectos del propio deportista sin contacto físico como rotaciones, giros o torsiones de la rodilla. Esto sucede al caer luego de un salto, cambios de dirección o desaceleraciones durante una carrera.
En el momento que ocurre es posible escuchar un ruido dentro de la articulación, seguido de una sensación de inestabilidad e inflamación.
Los ligamentos cruzados se encuentran en el interior de la articulación de la rodilla y se cruzan uno con otro formando una X, con el LCA adelante y el posterior detrás. De esta forma, los ligamentos cruzados controlan el movimiento de la rodilla en el plano anteroposterior.
El LCA no tiene la capacidad de repararse por sus propios medios y en muchos casos la rodilla no es capaz de funcionar de forma adecuada. Los pacientes que realizan deporte se deben realizar una cirugía.
Para evaluar la rotura del LCA se debe considerar cómo ocurrió la lesión, el examen físico y confirmar el diagnóstico mediante una resonancia.
Depende de la edad del paciente y del estilo de vida. Menor de 40 años la cirugía es lo recomendable. Entre 40 y 50 años se debe considerar el nivel de actividad física y en los mayores de 50 es poco probable que se opere, a menos que el paciente tenga dificultades con actividades diarias.
El tejido que reemplazará al LCA proviene del propio cuerpo, el tendón rotuliano o isquiotibiales.
Plan kinésico pre operatorio con la finalidad de trabajar la movilidad y fortalecimiento para preparar al paciente para la cirugía.
Luego se deben conjugar varios factores como: estabilidad del injerto, confianza del paciente, tiempos de reparación del tejido (proceso de ligamentización) y opinión del equipo médico.
Los objetivos iniciales son: disminuir dolor e inflamación, recuperar el rango de movilidad y normalizar la marcha.
Respetando los tiempos de ligamentización, se realizan ejercicios de activación muscular, propiocepción y fortalecimiento.
Entre el 4to y 5to mes ejercicios de retorno deportivo y de control neuromuscular.
Por último se realizan Evaluaciones Funcionales para evaluar criterios de alta deportiva.
La rotura del ligamento cruzado anterior (LCA) de la rodilla es una lesión ligamentosa frecuente, especialmente en la práctica deportiva, siendo el mecanismo más común de lesión el trauma indirecto, donde habitualmente están involucradas fuerzas de desaceleración, hiperextensión y rotación. En algunos estudios la rotura aislada del LCA representa el 40% del total de las lesiones ligamentosas y un 35% adicional asociada a lesión de otros ligamentos, con mayor frecuencia a la del ligamento colateral medial.
El LCA es uno de los más importantes de la rodilla porque la estabiliza en el sentido anteroposterior y rotacional y trabaja junto con el Ligamento Cruzado Posterior (LCP) permitiendo una función estable de la rodilla en deportes que involucran repentinos cambios de dirección y velocidad, como el fútbol, basket, sky, hockey y rugby, entre otros, donde el ligamento está en riesgo de estirarse más de lo normal, tensando su resistencia con su consecuente ruptura.
Su principal función es frenar el desplazamiento anterior de la tibia, por otra parte es fundamental en el control rotacional de la rodilla. El LCA en general se lesiona bajo mecanismos de baja energía, en donde principalmente existen rotaciones, giros o torsiones a través de la rodilla. Esto puede suceder al caer luego de un salto, cambios de dirección y desaceleraciones durante una carrera mientras se realiza algún deporte. En otros casos puede suceder luego de un contacto violento directo en la rodilla con otra persona, que por ejemplo, cae sobre esta.
Es importante saber que lamentablemente el LCA no tiene la capacidad de repararse por sus propios medios y en muchos casos la rodilla no es capaz de funcionar de forma adecuada sin este ligamento. La recomendación actual es que los pacientes que realizan actividades deportivas se deben realizar una reconstrucción del LCA mediante una cirugía, para recuperar la anatomía similar a la normal. Una posible complicación por no someterse a la cirugía es la artrosis prematura.
En el momento que ocurre la lesión, es posible que se escuche un ruido dentro de la rodilla, seguido de una sensación de inestabilidad, y generalmente un aumento de volumen relativamente rápido dentro de esta articulación.
- Dolor e inflamación. Algunas veces los deportistas ignoran estos síntomas y vuelven al deporte, sin embargo, cuando existe inestabilidad las probabilidades de agregar otras lesiónes están siemrpe presentes.
- Pérdida de los rangos totales de movilidad por dolor y aumento del contenido líquido dentro de la rodilla.
- Dificultad para mantener control de la extremidad inferior afectada y por lo tanto para caminar.
Quienes consultan por una lesión crónica, lo hacen por una historia de inestabilidad, principalmente en actividades deportivas. Esta inestabilidad la describen como una sensación de que la rodilla se me va, lo cual técnicamente es conocido como fallo y ocurre por la ausencia de un freno a la traslación anterior. Esto tiene como consecuencia un deterioro del cartílago articular, derivando finalmente en una artrosis de rodilla.
Para confirmar la rotura del LCA se deben considerar tres pilares: lo primero es la historia del accidente, es decir, cómo ocurrió, para determinar qué estructuras se dañaron. Segundo, examen físico a través del test de Lachman, con el fin de evaluar si la tibia se traslada hacia adelante; el test de Pivot Shift, para ver la estabilidad rotacional, y por último, se observa si hay derrame articular (líquido dentro de la rodilla). Una vez que se tiene una idea de lo que está pasando se confirma el diagnóstico mediante una resonancia magnética.
El tratamiento depende de la edad del paciente y del estilo de vida que tenga. En los menores de 40 años la cirugía es lo recomendable. Entre 40 y 50 años se debe considerar el nivel de actividad física que realiza la persona, y en los mayores de 50 es poco probable que se opere, a menos que el paciente tenga dificultades con actividades diarias como subir las escaleras o bajarse del auto.
El tejido que reemplazará el LCA dañado proviene de su propio cuerpo y se denomina autoinjerto. Los dos lugares más comunes para tomar el tejido son del tendón rotuliano (Hth) o de los tendones de los músculos isquitibiales (StRI). Hay ventajas y desventajas en todas las fuentes de injertos, el traumatólogo decidira cual es la más conveniente.
El procedimiento por lo regular se realiza por medio de una artroscopia de rodilla. En este procedimiento se inserta una cámara diminuta dentro de la rodilla a través de una pequeña incisión quirúrgica. La cámara va conectada a un monitor de video en el quirófano y se utilizará para revisar los ligamentos y otros tejidos de la rodilla. El cirujano hará otras pequeñas incisiones alrededor de la rodilla, reparará cualquier daño encontrado y luego reemplazará el LCA. El ligamento viejo se retira utilizando una rasuradora u otros instrumentos. Se hace una incisión más grande, a través de la cual extraerá el autoinjerto (ya sea del tendón rotuliano o isquiotibiales). Luego, se realizan túneles en el hueso para pasar el nuevo tejido. El nuevo tejido estará en el mismo lugar del LCA dañado. El cirujano fijará el nuevo ligamento al hueso con tornillos u otros dispositivos para mantenerlo en su lugar. A medida que sana, los túneles del hueso se llenan, esto sujeta el nuevo ligamento en su lugar. Al final de la cirugía, el cirujano cerrará las incisiones con suturas (puntos) y les colocará un apósito.
La mayoría de las personas pueden irse a su casa el mismo día de la cirugía. Tal vez tenga que usar férula durante las primeras 1 a 4 semanas. Posiblemente también necesite muletas por 1 a 4 semanas. A la mayoría de las personas se les permite mover la rodilla inmediatamente después de la cirugía ya que ayuda a prevenir la rigidez. Puede ser necesario un medicamento para manejar el dolor.
En cuanto a tratamiento de kinesiología debemos comentar que es importante realizar un trabajo kinésico pre-operatorio con la finalidad de trabajar la movilidad y fortalecimiento muscular, y preparar al paciente para la recuperación posterior a la cirugía.
En el tratamiento post quirúrgico se deben conjugar varios factores siendo los principales: estabilidad del injerto, confianza del paciente, tiempos de reparación del tejido (proceso de ligamentización) y opinión del equipo médico tratante.
Los objetivos en fases iniciales son similares independiente de la técnica quirúrgica: disminuir dolor e inflamación, recuperar el rango de movilidad completo con énfasis en la extensión de rodilla y normalizar la marcha (progresando a carga completa). Con el paso de las semanas, y respetando los tiempos de ligamentización, se va ir avanzando a ejercicios de activación muscular, propiocepción, fortalecimiento, estabilidad del CORE.
Entre el 4to y 5to mes se comienzan con ejercicios de retorno deportivo pensando en la actividad específica del paciente y los ejercicios de control neuromuscular que su deporte requiera.
Una vez finalizado el proceso de rehabilitación y de fortalecimiento en gimnasio se somete al paciente a una serie de evaluaciones funcionales tanto de la extremidad operada como de la persona en su integridad, todas estas evaluaciones son necesarias para evaluar criterios de alta deportiva del paciente